domingo, 17 de marzo de 2013



Me gustan las mujeres con cejas muy gruesas.
Que besen despacio. Que miren de lejos.
Que sean como tú, pero que dejen atrás aquella inseguridad pretenciosa y patética que emanas de vez en cuando por no tener otro modo de aparentar que sigues siendo.  Que sigues olvidando.
Me gusta que sigas olvidando que eres hombre al fin y al cabo.  Que te mueves mejor que cualquier mujer que haya bailado conmigo, pero que eres hombre de poca ilusión y de muy poca madera
y que no distraes y que no estás dentro de mí,
que no logro convencerme de ti.
Que no me gusta saberte hombre acomplejado, arrastrando camino bajo las yemitas pálidas de tus dedos.
Arrastrando camino bajo tus dedos sobre la curva de mi espalda
y amando, amando hasta lograr lastimarte tanto. 
Y echándome a mí la culpa, sabiéndote el único culpable y el único hombre y el hombre más sincero a través de mis retinas.
Después de todo, el único hombre de los dos siempre has sido tú.

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