miércoles, 18 de noviembre de 2009

18/11




Anoche volví a soñar. Me asusté, en efecto. Mis sueños suelen llenarme de pánico frío, se pegan como la neblina, se adhieren a mi piel, me infectan, me obligan a despertar sobresaltada en medio de la noche. Era un árbol, lo recuerdo muy bien. Tenía un rostro lleno de pliegues de madera y podía mover los labios y articular palabras. Su voz era gruesa y siniestra. Abrió la boca y comenzó a contar una historia. No me atrevo a relatarla, mucho menos aquí.
Estoy sola en mi casa. SOLA. Sola, de nuevo sola, aburridísima. Hay muchas cosas que una puede hacer si no hay nadie viéndola.  No tengo puchos ni dulces. Había olvidado lo que era estar en mi habitación, echada en mi cama escribiendo. Echarme en el suelo y mirar el techo. Mirar por la ventana los árboles y los cactus, los rosales. Mi casa está llena de secretos. Me gusta fantasear con cada rincón, con cada canción.

2 comentarios:

B o r d e r l i n e dijo...

increíble como siempre, tus palabras están cargadas de tanta profundidad y magnetismo, que juro que me llegan al alma
y eso es lo que busco en la literatura, palabras, sentidos que llenen; sos genial! te dejo un abrazo enormE.

Juan A. dijo...

Es bonito indagar en los secretos que esconden las casas. Pero hay que saber mirar bien en cada rincón, porque las huellas de la memoria se difuminan hasta pasar inadvertidas.

Saludos.